Existo, luego pienso

jueves, 18 de marzo de 2010

Qué poca gracia...

... pero qué poca gracia me hace, de verdad, ver cómo cada vez que se quiere hacer chufla se usa el acento andaluz. No soy andaluza nacionalista. Los nacionalismos, creo yo, son catetos por una parte y peligrosos por otra (Balcanes etc sin ir más lejos o el nacionalismo patriótico que nos gobernó aquí durante 40 años)
No hace falta tener sentimiento nacionalista para que no te haga maldita gracia que imiten tu forma de hablar para hacer el tonto. Papeles en series o películas donde la chacha ordinaria o supuestamente graciosa es andaluza, por ejemplo. Como aquella Juani de Médico de Familia, entre otras. Además, siempre es un acento exagerado, claro.
Hoy ha sido viendo "Qué me dices", que para mi hijo, adolescente él, es como la Biblia. Así que en casa, para comer, en vez de telediarios vemos este programa de la sexta que tiene su gracia en ocasiones, no lo niego, pero hoy me han tocado las narices con esa burda imitación de una tal Manoli, creo que era el nombre, ama de casa andaluza a la que Patricia Conde ha dado vida de la manera más grotesca.
No somos conocidos los andaluces, precisamente, por no tener sentido del humor. Nos reímos hasta de nosotros mismos. Hasta en Lepe te cuentan chistes de leperos con toda la gracia del mundo. También hay andaluces "malajes", o "malafollás", que dirían en Granada. Pero, por regla general, somos gente con sentido del humor, lo que pasa es que hay una gran diferencia entre el humor y la ridiculización.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Yo soy Pepa. Pepa Gris.



Pepa es mi nombre y Gris es mi apellido. Pero no mi color. Mi color varía según el momento, según las circunstancias. Hoy, sin embargo, sí ha sido gris. Si asocio el gris, como es habitual, con la tristeza, la melancolía...

Pero no, no he venido a quejarme. En realidad no sé qué hago aquí. Escribir... ¿para qué? ¿para quién? En principio he decidido que eso no me va a importar. He visto cómo algunos blogs rebosan de comentarios opinando sobre lo que se escribe, lo que se enseña bien con palabras o imágenes... Me gustaría que alguien me leyera, no lo niego, pero no es algo de lo que, en este momento al menos, me preocupe.

Aunque, siguiendo con lo mismo ¿a quién le puede importar lo que piense-escriba alguien que no conoce y que, probablemente, con toda seguridad, nunca conocerá?

El caso es que esa frase que contradice el dicho cartesiano del "pienso, luego existo", me lleva rondando y va y viene a mi pensamiento de una manera relativamente machacona desde que se la escuché por primera vez a María.

Hoy voy a hablar de María, lo acabo de decidir.

María es... María. Es como su nombre: firme, directa, fuerte, valiente... Supongo que algún defecto tendrá, claro, pero María es: María.
María madre, María amiga, María trabajadora, María...

Y ahora mi perro se me sube a la cama, pone su hocico en el teclado y mira la pantalla, me mira a mí... No sé qué pensará, pero como es la primera vez que me traigo el ordenador al dormitorio, se extrañará al no verme con las gafas caídas y el libro de turno entre las manos.

-Tranquilo, Bebo, esto tampoco te hace la competencia. Tu ración de mimos diarios seguirá en la misma cantidad y calidad.

Y sigo con María.
María ha vivido mucho y ha sufrido y disfrutado lo suficiente como para poder permitirse el lujo de aconsejarme. María a veces dice sin hablar. No obstante, María habla mucho, pero no divaga. María me habla de cosas que no había visto y que poco a poco voy viendo.

Una de esas cosas (que aún tengo que digerir) es llegar a comprender cómo nuestro cuerpo protesta, se rebela contra nosotros porque no actuamos (no podemos o no queremos o no sabemos) del modo adecuado para llevar una vida digna de ser vivida. Y una vida puede ser digna de mil maneras, pero lo más importante de todo es saber poner los brazos en jarras y decir: aquí estoy yo, quería otra cosa, pero esto es lo que tengo y no sólo lo voy a vivir sino que voy a sacar pecho y a terminar cada día satisfecha con el resultado, sea lo que sea, de lo que me ha tocado hacer.

Qué rápido lo he escrito pero qué poco fácil es llevarlo a la práctica. No obstante, María pone migas de pan en el camino que yo voy recogiendo y creo que llegaré a esa casa de chocolate pero dentro no habrá una bruja, sino ese yo que me debe estar esperando para que, de una vez por todas, empiece a disfrutar de este regalo: mi vida.